Hay algo que sucede cuando hablo o escribo sobre asuntos de mujeres. Cosas como los códigos de vestimenta, la cultura de la violación y el sexismo. Recibo comentarios como: ¿No hay cosas más importantes por las cuales preocuparse? ¿Es para tanto? ¿No estás siendo demasiado sensible? ¿Estás siendo racional sobre esto?
Siempre sucede. Y siempre me frustro. ¿Por qué no lo entienden?
Creo que ya lo descubrí: no saben nada.
No saben sobre sobre des-escalamiento. Minimización. Aceptación silenciosa.
Aunque las mujeres lo vivimos, no siempre somos conscientes de esto. Pero todas lo hemos hecho.
Todas hemos aprendido, por instinto o por ensayo y error, cómo minimizar una situación incómoda. Cómo evitar que un hombre se enoje o evitar ponernos en peligro. Todas, en muchas ocasiones, hemos ignorado un comentario ofensivo. Todas nos hemos reído de algo inapropiado. Todas nos hemos tragado nuestro enojo cuando hemos sido menospreciadas.
No se siente nada bien. Pero lo hacemos porque de lo contrario podría ponerlos en peligro, hacer que nos despidan o que nos tilden de fáciles. Así que usualmente tomamos el camino menos terrible.
Esto no es algo de lo que hablamos todos los días. No decimos a nuestros novios, esposos o amigos cada vez que pasa. Porque es tan frecuente que se ha convertido en algo con lo que simplemente lidiamos.
Así que tal vez no lo saben.
Tal vez no saben que a la edad de 13 años tuvimos que apartar a un hombre mirando nuestros senos. Tal vez no saben que hombres de la edad de nuestros padres se acercan a nosotras mientras trabajamos en la registradora. Probablemente no saben que el chico de la clase de inglés nos envía mensajes de ira sólo porque rechazamos su invitación. Tal vez no son conscientes de que nuestro supervisor se siente con la libertad de acariciarnos.
Y seguramente no saben que la mayoría de las veces sonreímos con los dientes apretados. Que desviamos la vista para pretender no darnos cuenta. Es probable que no tengan idea de la frecuencia con que suceden estas cosas. Que estas cosas se han vuelto rutinarias, así que se espera que ya no las notemos más.
Tan rutinarias que las ignoramos y minimizamos.
Ocultar nuestra ira reprimida, el miedo y la frustración, porque una sonrisa superficial nos permitirá continuar con nuestro día. Lo des-escalamos. Interna y externamente, lo minimizamos. Tenemos que hacerlo. El no hacerlo nos pondría en confrontación más veces de las que podríamos lidiar.
Aprendemos desde pequeñas cómo hacerlo. No pusimos nombre ni etiqueta a esta situación. Ni siquiera pensamos que otras mujeres estuvieran haciendo lo mismo. Pero nos estábamos enseñando a nosotras mismas, dominando el arte del des-escalamiento. Aprendiendo mediante la observación y la evaluación del riesgo cuáles deberían o no ser nuestras reacciones.
Esta es la realidad de ser una mujer en nuestro mundo. Es reírnos del sexismo porque sentimos que no tenemos otra opción.
Atravesamos una rápida lista mental. ¿se ve volátil, enojado? ¿hay más personas alrededor? ¿parece razonable y sólo está tratando de ser divertido, aunque no tiene ni idea? ¿si digo algo, afectará mi trabajo, escuela o reputación? En cuestión de segundos determinamos si decir algo o dejarlo pasar. Si llamarlo, o cambiar de lado, sonreír cortésmente o pretender que no lo escuchamos, vimos o sentimos.
Sucede todo el tiempo. Y no siempre es claro si la situación es peligrosa o no.
Es el jefe que hace o dice algo inapropiado. Es el cliente que pone la propina fuera de nuestro alcance sólo para que nos acerquemos a él. Es el amigo que se pasa de tragos y trata de arrinconarnos en un momento de “amigos con beneficios”, aunque hemos dejado claro que no nos interesa. Es el chico que se enfada si no aceptamos su invitación a una cita, o a un baile, o a una bebida.
Vemos cómo esto le sucede a nuestras amigas. Vemos cómo pasa en tantos escenarios e instancias que se convierte en una norma. Y realmente no pensamos nada sobre esto. Hasta el momento en que se convierte en una situación peligrosa. Hasta que escuchamos que ese “amigo” que trató de propasarse fue acusado de violación el día siguiente. Hasta que nuestro jefe cumpla su promesa de besarnos en la noche de año nuevo si nos encuentra solas en la cocina. Esas veces pasan, son aquellas sobre las que podríamos contarle a nuestros amigos, novios o esposos.
¿Pero y las otras veces? ¿Todas esas veces en las que nos sentimos intranquilas y nerviosas pero no sucedió nada más? Esas veces sólo seguimos con nuestros asuntos y no pensamos en ello.
Esta es la realidad de ser una mujer en nuestro mundo.
Es reírnos del sexismo porque sentimos que no tenemos otra opción.
Es sentirnos mal porque tuvimos que “jugar” para llevarnos bien y encajar.
Es sentir vergüenza y lamentarnos porque no llamamos al chico que parecía intimidante, pero que podría haber sido inofensivo. Podría.
Es sacar el teléfono y poner la opción de “llamar” cuando caminamos solas en la noche.
Es poner las llaves entre nuestros dedos en caso de que necesitemos un arma mientras caminamos hacia nuestro carro.
Es mentir y decir que tenemos novio sólo para que un chico acepte un “no” como respuesta.
Es estar un algún bar, concierto u otro evento y tener que voltear para buscar al idiota que acaba de tocar nuestro trasero.
Y es saber que incluso si encontramos a ese chico, podríamos no decir nada.
Es caminar por el estacionamiento de una tienda y decir de forma cortés “hola” cuando un chico nos saluda. Es pretender no escuchar sus insultos porque no nos detuvimos a hablar más. “¿Qué? ¿Eres demasiado buena para hablar conmigo? ¿Tienes algún problema? Zorra”.
Es callar y no decir nada a nuestros amigos, padres o esposos porque esto es una parte de nuestras vidas.
Es el recuerdo que nos persigue de aquella vez en que fuimos abusadas, asaltadas o violadas.
Son las historias que nuestras amigas nos cuentan con lágrimas desgarradoras sobre esa vez en que fueron abusadas, asaltadas o violadas.
Es darse cuenta de que no son imaginarios los peligros que percibimos cada vez que tenemos que elegir enfrentar estas situaciones. Porque sabemos de muchas mujeres que han sido abusadas.
Tal vez estoy empezando a darme cuenta de que pretender que no pasa nada no va a ayudar a nadie.
Se me ocurrió recientemente que muchos chicos pueden ser inconscientes de esto. Pueden haber escuchado de cosas que sucedieron, pueden haberlo visto e intentar detenerlo. Pero probablemente no saben con qué frecuencia sucede. Que se trata mucho de la forma en que lo decimos o hacemos.
Tal vez necesitamos explicarlo mejor. Tal vez necesitemos dejar de ignorarlo nosotras mismas, minimizándolo en nuestras mentes.
¿Los chicos que se encogen de hombros o no prestan atención cuando una mujer habla sobre el sexismo en nuestra cultura? Ellos no son malos. Simplemente no han vivido nuestra realidad. Y nosotras no hablamos sobre las cosas que vemos y experimentamos cada día. Así que, ¿cómo podrían saberlo?
Así que tal vez los buenos hombres en nuestras vidas no tienen ni idea de que lidiamos con estas cosas regularmente.
Tal vez es nuestra norma que no se nos ocurra que deberíamos contarles a ellos.
A mí se me ocurrió que ellos no saben el alcance de todo esto y no siempre entienden que ésta es nuestra realidad. Así que cuando me enfado por algún comentario que alguien hace sobre el vestido de una chica, no siempre lo entienden. Cuando me harto del sexismo diario que veo… cuando escucho las cosas que mi hija y sus amigas están experimentando… no siempre se dan cuenta de que de que es la pequeña punta de in iceberg mucho más grande.
Tal vez me estoy dando cuenta de que no se puede esperar que los hombres entiendan cuán frecuente es el sexismo cotidiano si no empezamos a decirlo y a señalarlo cuando sucede. Tal vez me estoy dando cuenta de que los hombres no tienen ni idea de que incluso cuando caminamos en una tienda, las mujeres debemos mantener la guardia. Debemos estar atentas, subconscientemente, de cualquier amenaza que nos rodee.
Tal vez estoy empezando a darme cuenta de que pretender que no pasa nada no va a ayudar a nadie.
Lo des-escalamos.
Somos extremadamente conscientes de nuestra vulnerabilidad. Conscientes de que si quisiera, ese chico en el depósito podría dominarnos y hacer lo que quisiera.
Chicos, esto es lo que significa ser una mujer.
Somos sexualizadas incluso antes de que entendamos lo que eso significa. Nos convertimos en mujeres mientras nuestras mentes son aún inocentes. Recibimos miradas y comentarios incluso antes de que podamos conducir. De hombres adultos. Nos sentimos incómodas pero no sabemos qué hacer, así que seguimos con nuestras vidas. Aprendemos a una corta edad, que confrontar cualquiera de estas situaciones es ponernos probablemente en peligro. Sabemos que somos el sexo pequeño y débil, que los chicos y hombres son capaces de dominarnos si quisiera. Así que minimizamos y des-escalamos.
Así que la próxima vez que una mujer hable sobre cómo la hace sentirse incómoda un comentario, no la desestimes. Escucha.
La próxima vez que tu esposa se queje de haber sido llamada “cariño” en el trabajo, no seas apático. Escucha.
La próxima vez que leas o escuches a una mujer hablando sobre el lenguaje sexista, no la menosprecies por hacerlo. Escucha.
La próxima vez que tu novia te diga que se sintió incómoda por la forma en que un chico le habló, no te encojas de hombros. Escucha.
Escucha porque tu realidad no es la misma que la de ellas.
Escucha porque sus preocupaciones son válidas, no exageradas.
Escucha porque su realidad es que ella, o alguien que ella conoce, ha sido abusada en algún momento. Y ella sabe que siempre hay un peligro de que le pase.
Escucha porque incluso un simple comentario de un extraño puede generarle miedo.
Escucha porque ella podría estar intentando que sus hijas no pasen por lo mismo.
Escucha porque nada malo podría venir de escuchar.
Sólo escucha.